El Huracán María golpeó Puerto Rico el 20 de septiembre y un mes más tarde, el agua limpia sigue siendo difícil de conseguir para algunos residentes, particularmente para aquellos que viven en las zonas rurales de la isla.
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La policía escoltó a un convoy de veteranos y voluntarios de San Juan, por unas casas derrumbadas y árboles arrancados. A medida que el equipo conducía, se mantenían en contacto con radios bidireccionales.
"Bien, tenemos caballos a la izquierda en mitad del camino", dijo una voz en el radio.
El convoy finalmente se detuvo en un parche de lodo junto a un río en Salinas. En un instante, dos hombres ya estaban con el agua hasta los tobillos colocando una manguera azul, mientras otros la llevaban a un tanque portátil de 250 galones que estaba en la ribera.
Luego Ray Guasp comenzó a bombear, atrás y adelante, para sacar agua del río. Una vez que estuvo allí, se trató con cloro, se analizó y se bombeó mediante un filtro manual.
El producto es fabricado por una compañía de Utah llamada Aquamira y todo el proceso toma como una hora.
A medida que bombea, Guasp dice que no le gusta ver a las personas hacer las cosas. A él le gusta hacerlas.
"Hemos estado sentados en un sillón al margen esperando que las cosas se mejoren, las cosas no se han movido mucho", dijo. "Pensamos que quizá podemos ayudar un poco, hacer el bien y ayudar a apoyar los esfuerzos que haya".
Guasp sirve en la Marina. Pero esta semana él y su grupo de voluntarios no están siguiendo órdenes. Dicen que son residentes de Connecticut autoconvocados, que trabajan con funcionarios locales de emergencias para apuntar a las zonas que más lo necesitan.
Han recolectado dinero para equipos, pagaron su propio viaje y empacaron sus propios alimentos. Algunos son veteranos, otros no, pero todos querían ayudar.
Guasp dijo que sacó a su padre de la isla cinco días después de que pasara el Huarcán María, pero tiene más familiares por todas partes.
"Tengo en Dorado, tengo en Salinas, en este pueblo de aquí vive mi tía", dijo, enumerando las poblaciones en las que vive su familia.
Ángel Fernández ayudó a coordinar el viaje. Él es jubilado de la Naval y considera a Puerto Rico como su hogar.
"No nací ni crecí aquí, pero viví aquí parte del tiempo, vengo cuatro veces al año con mi familia y saben que amo la isla, de aquí vienen mis raíces", dijo. "Y cuando estés en el exterior cumpliendo tu misión, no tienes nexos personales en lo absoluto".
Pero esta misión es claramente personal.
Con el río bramando y lluvia cayendo, el problema evidente no es el agua, sino el agua limpia. Y este equipo respalda su producto. Antes de repartirla, la beben.
"Ellos saben que pueden confiar en que nosotros les proporcionaremos el agua limpia que necesitan", dijo Fernández. "Todo tiene que ver con la confianza".
A medida que trabajaban, las personas bajaban lentamente entre la lluvia hasta el valle del río con su recipientes vacíos; jarras de jugo, botellas de lejía y detergente, algunos baldes de cinco galones.
"Busco agua, para cocinar, para beber. Ahora no tenemos nada aquí", dijo Joey Díaz, que vino hasta aquí con su esposa y sus dos niños. Él nació en Puerto Rico y vivió en Connecticut.
Díaz dijo que tienen un poco de agua embotellada entregada por el gobierno y que tienen la necesaria para beber. Pero si se quieren bañar o limpiar, tienen que ir a hasta el río.
"Es duro. Es duro. Muy duro", dijo. Pero cuando ve a los voluntarios ayudando: "Me siento feliz. Eso ayuda mucho".
Cuando se acabaron los primeros 250 galones, el equipo empezó a bombear de nuevo. Mientras lo hacía, aún más residentes vinieron a llenar sus botellas. Y aunque 250 galones por vez no resolverán los problemas de agua de la isla, es esencial para aquellos que ahora tienen más para beber.
Esta historia es parte de “The Island Next Door,” el proyecto de información de WNPR sobre Puerto Rico y Connecticut, después del Huracán María.